jueves, 20 de octubre de 2011

Microrrelatos Negros

Una noche cualquiera en la vida de Edward J. Ashton


Hacía frío en las calles húmedas de la ciudad
era de noche y a través del vapor de las alcantarillas

las ratas comenzaban su ronda nocturna
entre repiques de claqué y risas de niños
la calle, perfumada del olor a rosbif y plumcake
que emanaba de las cocinas del vecindario,
despertaba la noche del barrio obrero.

Abrían las tabernas del vicio con sus princesas de venus
que en ropa interior junto a la puerta
te invitaban a entrar en su oráculo de placer
del Spencer's salía una melodía familiar
era el piano de Sammy Price
que susurraba Ain't nothing about Jive.

Bajé las escaleras de entrada al templo del jazz
olía a bourbon y cerveza
humo de puro y marihuana
sudor caliente, almizcle y madera vieja
la luz, templada y oscura a la vez
alumbraba una vida que transcurría a cámara lenta
a ritmo de los latidos de la banda de Johnny Lee
Miles, Louis o Charles entre otros
le pedí a Cliff lo de siempre
un Four Roses solo, cómo no
y me senté en mi mesa habitual
a esperar la próxima actuación.

Se corrió el telón
y tras la madera cálida y brillante del contrabajo
compitiendo con su figura
aparece la cantante con su elenco de músicos
a la rubia platino la envolvían un sin fin de sinuosas curvas de satén rojo bermejo
como los pétalos carnosos que adornaban su boca
le cubría el rostro una cascada de luz
por la que serpenteaban bucles de seda
cargados de deseo
en los que se enredaban mis ojos.

Mientras cantaba no paró de mirarme
con esos lagos verdes
que invitaban a bucear en ellos hasta ahogarse
para permanecer allí toda la eternidad
hipnotizado la veo bajar del escenario
se dirige hacia mi
que no encuentro la forma de sujetarme el corazón
para que no me salga disparado por la boca
al pasar a mi lado
me acaricia la cara con su fular blanco
lo deja caer y continua como si yo no existiese
se acerca a la mesa que había tras de mi
y besa en la mejilla a un viejo adinerado,
grueso, vestido de blanco y hueso
cuya cabeza flanqueaban algunos cabellos grises
y justo cuando mi vida se derramaba sobre mis ojos 

reflejados en el hielo de mi vaso
ella le agarra del brazo y le dice dulcemente
"Vamos papá que se hace tarde"
me agaché a recoger su fular
en cuyo extremo
escrito con su barra de labios rojo pasión
se lee:
"Hotel Menphys, habitación 213"

Xuanxo Bardibia

1 comentario:

Diguga eo Mundo dijo...

Belíssimoo!
Parabéns,Xuanxo;você é um grande poeta;obrigada,
Eulina Maria Alves de Azeredo.
Gracias!